miércoles, 29 de enero de 2014

Brokeback Mountain. (Teatro Real)



Después de haber escuchado comentarios de todo tipo, y ninguno positivo, quise dejar a un lado las críticas ajenas, y decidí acercarme al Real a verlo con mis propios ojos.

Desde que la pasada temporada se anunció este en encargo del teatro, y casi casi me lo pierdo, quise presenciar lo que se había cocinado con la ayuda de la propia autora del relato, Annie Proulx. Las expectativas, muy altas, dado que la película, aún pecando de versión descafeinada del relato, pero sumándole una emoción que el texto carecía, verlo convertido en una ópera, era, cuanto menos, muy ambicioso, y después de haber haber visto la representación, se queda en eso, en una ambición fallida.

Desde el comienzo, con esas cuerdas nerviosas y una percusión asfixiante, te hueles que algo no encaja. Y la escenografía no ayuda. Caja en blanco, con proyecciones de la montaña, y poco mas. Se puede opinar que, como muy acertadamente opinó mi vecino de butaca, se asemejaba a una página en blanco, y quizás ese sea el efecto que se quiere conseguir, para no olvidar el origen del relato. Según avanza la representación, se suman mas elementos al decorado, pero se peca de una estática que no ayuda; usar un mismo decorado para representar cuatro ambientaciones, queda muy limitado.

La pareja protagonista, que es el alma del relato, de la película y supuestamente de la opera, tienen la misma química que Agustin Bravo y Bertín Osborne como pareja. Son lo primero que se me paso por la cabeza cuando les vi juntos. No digo que hubiese sido MUY bueno que ambos hubiesen sido homosexuales para darle un poco de credibilidad a esa relación, ya que en el film, ni Jake ni Heath lo eran, pero conseguían transmitir que estaban hecho el uno para el otro en la pantalla, y componer una suerte de pareja trágica que pasara a la historia. Daniel Okulitch como Ennis, y Tom Randle como Jack, están incomodos, fríos, no transmiten nada, y no interpretan sus papeles, solo los cantan.

Los personajes femeninos son una mera presencia que hubiese eliminado por completo, ya que en el ópera no sirven ni como hilo conductor. Alma, que es la "mujer principal", que en la película interpretaba de una forma sobrecogedora Michele Williams, aquí es una histérica y caprichosa "con teléfono de princesa", que no transmite la angustia, la desolación y el odio hacia su marido, sabedora del propósito de esas escapadas esporádicas de pesca. Lureen y las madres, poco que añadir dado lo absurdo de sus intervenciones.

La partitura carece de romanticismo, y es un elemento que demuestra hostilidad. Es como un personaje omnipresente que "castiga" a los protagonistas durante las dos horas de representación. Es el ojo acusador que Ennis teme que le observe. Ni en los momentos de pasión (que para interpretarlos así, mejor usar marionetas, que justificarían el absurdo) da calidez, es insistente, asfixiante, es homófoba, si de eso se puede calificar a un ritmo.

En resumen, totalmente prescindible e insulsa. No te arrepentirás de ir a verla, por el simple hecho de ver algo curioso, y lo que posiblemente sea la primera tragedia operística homosexual (pecando de ignorante).